- II y última parte
- Por Carlos López “El Topo”
- Colaboración especial
Tijuana BC, 07 de enero de 2020.- Como se mencionó en la primera parte de este artículo, a finales del siglo XIX los turistas norteamericanos arribaban desde la costa este, aprovechando la reciente unión férrea entre ambas costas de los Estados Unidos. California, que tenía un clima cálido colindaba con Tijuana, a donde una gran mayoría aprovechaba para visitar y sumergirse en sus curativos manantiales de agua caliente y para tomarse fotos del recuerdo y decir que conocieron otro país.
Estas costumbres se mantuvieron hasta las primeras décadas del siglo XX. Para entonces la revolución Mexicana estaba en su albor, pero esta no hizo mucha mella en estos lares. Sin embargo, para 1911 hubo una revuelta filibustera liderada por Carl Rhys Pryce. Tijuana fue invadida a través de su frontera norte por más de 300 hombres procedentes de diferentes nacionalidades, donde se enfrentaron contra unos 80 Tijuanenses improvisados, entre ellos, el teniente Miguel Guerrero, inmortalizado por el parque del centro de la ciudad que lleva su nombre.
Por más de un mes Tijuana estuvo ocupada por estos filibusteros, los cuales no se tiene muy claro hasta la fecha si querían anexar la Baja California a los Estados Unidos o hacer una nueva nación independiente. Se dice que Ricardo Flores Magón estuvo detrás de la invasión, pero todas estas conjeturas serían tema para otro artículo. Al final de cuentas, después de unas semanas llegaron refuerzos de Ensenada, Sinaloa, mexicanos que vivían en San Diego y de tijuanenses, expulsando así a los filibusteros el día 22 de Junio de 1911.
Posteriormente en los años veinte Tijuana vivió una época de bonanza, en 1921 la población era de 1,200 personas y para el año 1930 había crecido exponencialmente a 11,000 habitantes. Una de las principales razones se debía a la “Ley Volstead” ley seca que prohibía las bebidas alcohólicas en la Unión Americana. Esta ley, provocó a que Tijuana, debido a su posición geográfica como parte del corredor natural San Diego, Los Ángeles, San Francisco, se sumara a dicho corredor pero en otro país, ubicándose como la ciudad elegida para suplir la demanda de consumidores que al serles prohibido el alcohol en Estados Unidos, les era más conveniente venir a Tijuana y suplir esa necesidad de consumo.
Esto llevo a que naciera el complejo de juego Agua caliente el cual se convirtió rápidamente en el mejor de su época en su índole, teniendo cuartos de hotel, bungalows, casino, aguas termales, alcohol, prostitución y todos los lujos que se podían adquirir con dinero.
En 1929, la gran depresión dio inicio, y para 1933 la ley “Volstead” fue derogada. De la noche a la mañana Tijuana dejó de tener los miles de visitantes que venían a diario, seguían arribando, pero ya no en miles sino en cientos.
En 1935, Lázaro Cárdenas ordenó que se cerraran las casas de juego y así culminó una época de gran apogeo en la ciudad y provocando miles de desempleados. Para entonces, Tijuana ya no era más un poblado; era una pequeña ciudad a la que había que contrarrestarle el mal económico; por lo que el presidente Lázaro Cárdenas permitió la “Zona Libre”, al no cobrar aranceles a los productos que venían de Estados Unidos o de Europa, haciéndolos aún más baratos en Tijuana que en Estados Unidos, de esta manera la economía se reactivó de nueva cuenta.
Para 1941, Estados unidos se ve sumergido en la Segunda Guerra Mundial y San Diego se convierte en su puerto naval más importante. De repente, una vez más Tijuana se ve repleta de soldados estadunidenses que antes de partir a la guerra visitaban Tijuana buscando diversión. En estos tiempos la avenida Revolución creció tanto que tuvieron que abrirle paso hacia la zona norte ya que solía culminar en la calle Primera y de esta forma muchas de las cantinas y prostíbulos se expandieron hacia esa zona.
Durante la guerra se había instituido un programa entre México y Estados Unidos para suplir la mano de obra que faltaba en el país del norte, este programa se llamaba “Programa Bracero”. Sin embargo, al finalizar la guerra, miles de soldados estadunidenses regresaron a su país y con esto, un gran número de mexicanos fueron desocupados y regresados en hordas hacia México, muchos de ellos quedándose en esta frontera.
Tijuana en los años cuarenta contaba con un turismo muy solvente, que venía a gastar a manos llenas, adquirían artículos confeccionados por artesanos mexicanos, al igual que unos cuadros con tonalidades oscuras de terciopelo que tenían mucho éxito, corridas de toros, restaurantes, curios. Esta época de turismo afluente se mantuvo hasta bien entrado los años 70; Lo cual dio cabida a que muchos repatriados y migrantes del interior se asentaran en la ciudad encontrando oportunidades en diversas áreas económicas.
En esos años, específicamente 1944- 1946, se construyó el puente México. Anteriormente le antecedía otro puente en su lugar que se llamaba “la marimba”; por lo que varios de los trabajadores se afincaron en los alrededores de su área de trabajo, dando paso así a lo que años después se llamaría “Cartolandia”. Casas eran echas de diversos materiales; aluminio, llantas, lonas y cartón que se encontraban a un costado del puente México. En los años 50 a varios de estos trabajadores se les reubicó en la colonia Francisco Villa y en la colonia del Río, sin embargo siguieron llegando migrantes a Tijuana y muchos de ellos que no tenían a nadie en la ciudad se siguieron asentando de manera irregular en la Zona Río debido a que esa área no tenía dueño, ya que eran terrenos federales.
Posteriormente, en los años 70 se les desalojó, debido a la canalización del Río Tijuana, obra cuya construcción en su primera etapa duró de 1972 a 1976, lo que llevó a reubicar a toda esta gente en lo que hoy se conoce como Colonia del Río y en el centro urbano 70-76 llamado así en relación al sexenio en que se ejecutó tal acción, durante el mandato de Luis Echeverría. Otros más fueron reubicados en la colonia Sánchez Taboada, nombrada así en honora a un militar muy importante durante esa misma época.
Durante los años 50, la guerra de Corea estaba en su curso y los militares estacionados en San Diego ya habían hecho de Tijuana su lugar favorito, provocando que el flujo migratorio siempre en ascensión prosiguiera. Para entonces, el primer cuadro de la ciudad ya estaba delineado, consistía prácticamente de la avenida Revolución y calles anexas; la mayoría aún sin pavimentar. Algunas colonias ya existían desde los años veinte como la Altamira, Independencia, Libertad, Morelos y La Cacho y a mediados de los 30, aparecieron colonias como la Marrón, Dávila, Neidhart, y la colonia Revolución. Para principios de los 50, la parte este de Tijuana ya estaba expandiéndose. Entonces, esta área se conformaba a partir de la calle 10 y hasta el bulevar Agua Caliente.
Por otro lado, Playas de Tijuana fue planeada a finales de los 50, tiempo en el que se empezaron a hacer trazos para su fraccionamiento, que se expandió rápidamente a partir de la construcción de la Plaza Monumental en 1960. Esta área tuvo un gran auge debido a su cercanía con el mar y a la carretera escénica Tijuana-Ensenada. Cabe mencionar que, para poder construir una vía de acceso durante los años 50 y mediados de los años 60, se tuvieron que dinamitar varios cerros que dificultaban el paso; por lo que con la construcción de una carretera se unió al Centro de Tijuana con Playas de Tijuana.
El área de La Mesa en los años 30, estaba dedicada a la ganadería, específicamente borregos, donde la mayoría de sus dueños eran españoles. Sin embargo, a principios de los años 50, hubo una gran sequía provocando que toda esa área se demarcara, trazara y empezara a vender en lotes, es por ello que varias de sus calles llevan nombres o apellidos de los antiguos dueños por ejemplo: Calle Martínez. Seguramente ese lote era del señor Martínez, al igual que la calle de Alba, seguramente era de un señor que llevaba ese apellido.
En tanto que, el área de Otay fue trazada con la finalidad de industrializar esa parte de la ciudad, y para ello se eligió al ejido Tampico, se abrió una garita con el propósito de tener una comunicación comercial más eficaz con los Estados Unidos. Las maquiladoras, fábricas destinadas para la exportación, aprovecharon la cercanía de Tijuana y de la meseta de Otay para asentarse en sus inmediaciones.
Debido a su posición geográfica y a su migración cosmopolita de toda la república y del mundo; Tijuana estaba a la vanguardia en varios asuntos a nivel nacional, destacándose principalmente en el área cultural al ser confluencia de diversas ideas, idiomas, sabores, música, frontera, los repatriados, migrantes en constante arribo, y la distancia de miles de kilómetros del centro de la Republica; haciéndola así una ciudad única, ya que poco tenía que ver con la historia del resto del país y constantemente se estaba reinventando a sí misma a partir de todas estas influencias y variantes.
Poco a poco y a regañadientes la capital y el resto del país eran forzados a voltear a verla debido a la importancia que esta esquina del mundo estaba cobrando a nivel internacional. Una vez que se percataron de lo que estaba sucediendo en Tijuana, el Presidente Echeverría destinó el proyecto más grande de esa época para esta frontera, y fue en los años 70 que se empezó a canalizar lo que hoy conocemos como Zona Río, como se menciona en este artículo algunos párrafos antes, esta zona era de suma importancia debido que se encontraba detrás de la Zona Norte y a un costado de la garita. Al finalizarse esta magna obra, fue un parte aguas para la ciudad y muchos centros urbanos cobraron importancia; tales como la Plaza Río, Plaza Financiera, CECUT, Palacio Municipal, Hospital General, CREA y el actual Palacio de Gobierno.
En los 80, la población de Tijuana se había multiplicado, el tipo de turista que visitaba se le denominaba “Turista de a dólar” ya que gastaba menos, no se hospedaba y las terrazas de la avenida Revolución se abarrotaban por estos jóvenes americanos menores de 21 años que aún no podían tomar alcohol en los Estados Unidos acudiendo a Tijuana a hacer todo aquello que en su país aún no les era permitido.
A finales de la década de los 80 y principios de los 90, la escena del rock recibió a bandas de talla internacional como “Nirvana” o Los” Red Hot Chili Peppers” que tocaron en el desaparecido bar “Iguanas”. Los “Spring Breakers” llegaban en bandada a Rosarito y la Avenida Revolución aún se encontraba a rebosar cada fin de semana, pero eso cambió de la noche a la mañana, el 11 de Septiembre del 2001 cuando las Torres Gemelas en Nueva York sufrieron un ataque terrorista provocando que el mundo se estremeciera. Ese día cerraron las líneas por unas horas y a partir de entonces el cruce que permitía una vida transnacional fluida se detuvo provocando que el turismo decreciera a lo mínimo registrado en décadas.
Recién iniciado el nuevo milenio, la Avenida Revolución quedaría sin turismo consecuencia de la lentitud del cruce fronterizo aunado a la inseguridad de las bandas delictivas. Al quedarse prácticamente sin turismo extranjero, Tijuana que siempre se sabe reinventar empezó a ver hacia sí misma, enfocándose principalmente en sus ciudadanos, generando varias conceptualizaciones culturales, como “In Site”, “Tijuana la tercera nación” y “Tijuana Innovadora”.
En el ámbito musical se produjeron expresiones interesantes como la banda “Nortec” fusionando ritmos techno con música norteña, la escena “Punk”, “Rock Metal”, “Música Norteña” fueron algunos de los medios de expresión que los músicos tijuanenses utilizaron para desahogarse de la ola de violencia que arreciaba la ciudad. En el ámbito culinario la cocina “Baja Med” se popularizó a nivel mundial. A pesar que muchos negocios cerraron y el turismo decreció, Tijuana se mantuvo en pié y fue punta de lanza durante los sobresaltos de esa década.
Hoy día, la frontera más visitada del mundo sigue adelante como siempre lo ha hecho con miras a un futuro prometedor. Tijuana debido a su posición geográfica siempre estará a la vanguardia en muchos ámbitos y aunque sea abatida por diversos fenómenos sociales, la realidad es que esta ciudad está conformada por personas trabajadoras que pase lo que pase nunca se dan por vencidas y siguen adelante. Seguramente en las décadas venideras Tijuana será aún más importante y fuerte como ciudad, sin embargo, sus ciudadanos debemos estar pendientes de que su crecimiento sea planificado ya que al momento la sobrepoblación y asentamientos irregulares han sobrepasado su capacidad, que nos obliga a trabajar en conjunto que nos lleven a aportar y practicar soluciones; así como a construir una mejor ciudad de la que ya tenemos.
Aprovecho para externar un agradecimiento especial al historiador e investigador Gabriel Rivera Delgado, en cuya entrevista basé el presente artículo.