Tijuana BC, 04 de junio de 2020.- Desde el pasado 28 de mayo el Centro Cultural Tijuana (CECUT) emitió un comunicado dejando saber que la XXXVIII Edición de la Feria del Libro de Tijuana (FLT) quedaba cancelada ante la contingencia de salud que vivimos por COVID-19.
Resulta por un lado frustrante que, el que fuera el evento más importante de la ciudad para este 2020 no sea posible, sin embargo, este tiempo puede ser también un periodo enriquecedor en términos de planeación, organización, contenido, logística y estrategias de difusión para lograr una mayor participación ciudadana, considerando que la FLT es una de la ferias literarias más longevas del país.
Cabe mencionar que, la feria, en su origen fue una iniciativa de la Unión de Libreros de la ciudad, la cual fue arropada por las instituciones. Hasta su edición número 33 el ayuntamiento de la ciudad aportaba un presupuesto económico para su realización a través del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC).
Cabe mencionar, que hubo algunas administraciones municipales que detonaron presupuesto ferederal para realización de la misma, a través de la integración y presentación del proyecto ante la Cámara Nacional de Diputados, lo que entonces, permitía realizar una feria de gran formato por lo menos en infraestructura y siempre apoyados por la participación de otros sectores como el educativo, instituciones culturales, centros culturales independientes, promotores culturales en activo; entre otros, además de la participación directa de los integrantes de la Unión de Libreros de Tijuana.
A lo largo de 37 años, pese a que la feria no ha sufrido grandes cambios en su planteamiento para la difusión, promoción y comercialización del quehacer editorial, ha logrado mantenerse como un evento de tradición y ubicarse como el más importante de la ciudad.
Cabe mencionar que, a falta de espacios públicos y explanadas en esta frontera, la feria ha itinerado por diferentes lugares de Tijuana, desde el Patio Central del Palacio Municipal, pasando por la Avenida Revolución, el centro comercial Plaza Río, hasta la explanada frontal del CECUT, donde se ha venido realizando de manera permanente en los últimos 7 años.
Si nos adentramos en los módulos de exposición para venta de libros de la FLT, y en comparación con otras ferias del mismo rubro que se realizan en México, a lo largo de todo este tiempo hemos visto que la carpa principal de exhibición y venta de libros, más que por sellos editoriales ha estado integrada por quienes conforman la Unión de Libreros, lo cual me parece plausible considerando que fueron ellos quienes dieron origen tanto en idea como en gestión a este evento, por lo tanto el reconocimiento debe darse, pero no debe ser una limitante para la transformación de la feria y sus posibilidades edición tras edición.
El fomento a la lectura siempre ha sido el talón de Aquiles para los mexicanos, muy pocos leen, por lo tanto muy pocos compran libros. Este factor, sumado a las nuevas tecnologías como la internet, que nos permite consumir obra literaria a precios muy por debajo de los costos promedio de un libro en el mercado; y en el mejor de los casos nos puede salir hasta gratis, va un poco en contra de la industria editorial y sus niveles de consumo.
Pero no todo está perdido. Así, este tiempo, 12 meses, para que la XXXVIII FLT suceda en el año venidero, bien puede ser un bálsamo que le permita a sus organizadores y convocantes establecer bases más sólidas que los lleven a replantear la imagen de la feria, así como a la generación de nuevos acuerdos que le permitan a la audiencia lectora y al evento en sí, cumplir con su objetivo de origen: ofertar productos editoriales a precios verdaderamente accesibles y fomentar el hábito de la lectura entre la población.
Parece una tarea fácil, pero la gestión en favor de la industria editorial debe ser también ardua. Por principio de cuentas sería interesante integrar un verdadero comité de contenido, que más que aunado a tres escritores locales, la Unión de Libreros y una editorial local, pueda someter a concenso el contenido de programación de la feria.
Si consideramos que existen 3 instituciones de administración cultural en la ciudad, IMAC, ICBC (o Secretaría de Cultura de BC) y CECUT; 1 Unión de Libreros, alrededor de 20 universidades entre públicas y privadas, 1 Seminario de Cultura, 13 editoriales locales en activo, 1 escuela de letras independiente; dicho comité de contenido, debería contar con por lo menos 40 integrantes para establecer de forma concensuada el contenido literario de la feria.
Así, el mismo, podría empezar por segmentar tanto la oferta literaria como su posible mercado, desde la audiencia lectora que gusta de obras de autoayuda por ejemplo, hasta el que gusta de novelas, cuentos, relatos breves, ensayos, periodismo, investigación, bestsellers, lecturas infantiles, juveniles, y nuevas tendencias, hasta libros de consulta, historia, etcétera, etcétera.
Sería interesante provocar la colaboración de los sellos editoriales a través de los integrantes de la Unión de libreros, que permita que sus módulos sean revestidos en imagen por los mismos sellos, y que acuerden costos verdaderamente accesibles en donde todo sea un ganar-ganar, tanto para los libreros, como para la promoción de imagen de los sellos y por ende, para el bolsillo y consumo de la audiencia lectora.
Por otro lado, la figura de un coordinador general de la feria resulta imprescindible, considerando que tan importante es el contenido como la operatividad del evento, del cual se derivan gestiones y acciones relacionadas con la organización y logística de la feria.
Dicha coordinación bien podría contemplar una área de promoción, difusión e imagen de la feria, una área de comercialización, una más de relaciones públicas que allegue al evento patrocinios y apoyos que sumen a la optimización de los recursos para la producción del evento, y que a su vez repercuta en la calidad del mismo, tanto para quienes participan (escritores, editoriales, artistas, gestores, expositores, conferencistas, etc.) como para su audiencia.
Establecer un área específicamente dedicada a la programación de traslados, hospedaje y atención a escritores, conferencistas e invitados especiales, que les deje un buen sabor boca y que les invite a generar opiniones a favor del desarrollo de la feria y su organización, logrando así la difusión de la misma de manera natural en el ámbito de lo nacional que permita que el evento se posicione y alcance otras esferas como la posibilidad de convertirse en la Feria Internacional del Libro de Tijuana.
Hoy en día donde los procesos creativos se conjuntan para establecer mejores productos artísticos, sería conveniente considerar en el contenido de la feria la relación de otras artes con la fiesta de las letras. La importancia que toman otras disciplinas como el teatro, la danza, la música, el cine y el arte visual a través de la palabra escrita; e integrar presentaciones de títulos que tengan qué ver con las mismas.
El hecho de que cada año se dedique el evento a una figura central resulta positivo, porque refresca la memoria y el gusto de la audiencia y provoca participaciones específicas que aportan en mucho al desarrollo del evento durante 10 días.
Por otro lado, la feria, siempre ha contemplado un escenario principal exterior en el que se conjunta una programación artística escéncia dirigida al público en general, y que a manera de complemento y captación de asistentes resulta reconfortante, pero de algún modo hace que la fiesta de las letras pierda un poco el sentido.
De ahí, la necesidad de que dicha programación tenga como base el que cada espectáculo a presentar, llámese danza, teatro o música tenga un vínculo captable con la literatura, así la actividad no pierde esencia y por el contrario suma y nutre al espectador.
Pese a todos los escalones que hay que subir para que el fomento a la lectura sea posible en las nuevas generaciones, hoy en día hay un gran mercado para la ediciones dedicadas al público joven e infantil, por lo que designar un espacio específico para ubicar productos editoriales para dichos públicos resulta vital; así como una programación artístico-escénica dirigida a este tipo de audiencia cuya participación esté vinculada al objetivo central de la feria: los libros y las letras.
En fin, sería ideal que la organización de cada edición de la feria trabajara ininterrumpidamente durante todo el año, con el fin de garantizar una optima actividad, un ideal contenido, ventas genuinas para los comercializadores de la indsutria editorial, y un consumo basto y a buen precio no solo de libros, sino del universo mismo de la Feria del Libro de Tijuana, para toda la ciudadanía que año con año asiste y es la única que nunca falla.