TIJUANA BC, 25 de julio de 2024.- El Centro Cultural Tijuana está en declive en todos los sentidos. Tan solo hoy, quien se desempeñara como gerente de informática, el ingeniero José Alberto Ramos Castillo, perdió la vida al caer de una escalera, en donde se encontraba instalando cableado de internet en el tercer piso de El Cubo, ya que este viernes 26 de julio se inauguraría la II Trienal de Tijuana.
Y es que no es de extrañarse. La gestión de Vianka Robles Santana como directora de la filial cultural federal en esta frontera, se ha distinguido por dos innegables características: Un falta total de visión en la cobertura de puestos claves para el desarrollo de la operatividad del CECUT, y la notoria falta de visión y conocimiento de cómo debe operar cada área de la institución para evitar riesgos.
Si hablamos en términos de infraestructura, el deterioro que se aprecia en todo el inmueble no pasa desapercibido. Desde la entrada al estacionamiento, el cual cuenta con una distribución casera para el aparcamiento de vehículos.
El teatro luce más que desmejorado. Telón sucio, empolvado, alfombra en pésimas condiciones, un aire acondicionado sin funcionar en pleno verano, el piso del escenario endeble y con la pintura desgastada, los pilares cuya fastuosa y tallada madera lucía lustrosa en el pasado, hoy no es ni siquiera un vestigio de la elegancia del ayer.
El balcón del teatro, es todo un desafío para la audiencia. Las butacas sin el más mínimo mantenimiento, y de aquellas personas que recibían al público para ayudarlo a ubicar sus asientos, son solo un recuerdo.
Volviendo al tema de lo laboral, de todos es sabido el corredero y desbandada de empleados que ha venido sucediendo desde que Robles Santana llegó a la dirección del CECUT, porque el objetivo era claro, poner a quien sea en los puestos claves, pero nadie tenía que ser más brillante y conocedor que la funcionaria.
Así se perdieron actividades que con los años habían logrado amalgamar audiencia, participación ciudadana en materia cultural, y acrecentar el número de creadores en la comunidad artística de la localidad que diera sentido a dichas actividades.
Con la llegada de Robles Santana, desapareció el Festival de Literatura del Noroeste y con él su audiencia, la Muestra Internacional de Danza Contemporánea Cuerpos en Tránsito decayó a su mínima expresión, la Muestra Nacional de Teatro para el público de hoy no jala cartel, y ni que decir de inaccesibilidad de los espacios del CECUT para la comunidad artística, quienes en su mayoría solo se les ha brindado espacio con un alto cobro, a quienes el CECUT no les tramita los permisos, y mucho menos les apoya con promoción y difusión para sus eventos. Es decir, si el artista solicita el teatro o cualquier otro espacio para exponer su arte debe pagar por ello, en todos los aspectos, desde producir, promover, difundir, gestionar, etcétera, etcétera.
Tristemente la actual administración del CECUT ha confundido el para qué está en esa posición, pero sobre todo, esta gestión se aleja, por mucho, de la idea de la 4T en relación al arte y la cultura, cuya práctica más que entretenimiento debe ser un derecho para todos.
Si bien es cierto que en gran medida las actividades del CECUT son gratuitas para la comunidad, también es cierto que en su gratuidad encuentran el anonimato, pues generalmente lucen faltos de audiencia.
No hace mucho, algunos ex empleados de la institución en cuestión buscaron a Escena Norte para brindar declaraciones de cómo habían sido despedidos y despedidas injustificadamente, así como de los abusos y hostigamientos laborales de los que han sido objeto muchos empleados y empleadas del CECUT, su miedo a las represalias impidió a esta editorial publicar su entrevista.
No es fácil dirigir una institución. A parte de la visión para administrar la cultura, se deben practicar valores para con el trato y beneficios para los empleados, se debe ser empático, considerado; pero sobre todo, se debe conocer los requerimientos de cada área de la institución para que funcione sin riesgos.
En 35 años, la planta laboral del CECUT no había registrado un solo deceso por accidente de trabajo, y ese detalle, radicaba en el ojo previsor de sus anteriores directores, quienes siempre buscaron contar con el equipo y mobiliario suficiente para el desarrollo de producción de cada una de sus actividades.
A los familiares, amigos y compañeros de trabajo del ingeniero José Alberto Ramos Castillo, nuestras más sinceras condolencias, y que el dolor les de la fuerza suficiente para que se finquen responsabilidades contra quien resulte.
Que pena que se nos esté cayendo la filial federal cultural más importante de la región noroeste de México, y aún más pena que funcionarios con tantas limitantes profesionales, cognitivas y humanas lleguen a dirigir.