«DISECCIÓN» UNA CONFROTACIÓN INTERIOR ESCÉNICA EN MOVIMIENTO

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**Miroslava Wilson expone su realidad a través de una exquisita danza, arrancando el corazón de la audiencia
**La dirección de Dora Arreola es una radiografía meticulosa y de profunda investigación de campo para la escena
TIJUANA BC, 17 de junio de 2021.- Es difícil trabajar consigo mismo para la realización de un proyecto escénico, porque en ese caminar el actor se remonta a caminos cuyas espinas, rocas y hojas secas, están recubiertas por la tierra que nos hemos querido poner sobre aquello que nos puede causar dolor, o bien que nos conduzca a asumir nuestra verdad, la de antes y la de hora, porque en ese sendero incierto siempre habrá una regla que modifique nuestro comportamiento, algo que nos lleve a improvisar «a nuestro favor» y a su vez no, allegándonos al olvido de nosotros mismos, pero también al rescate de lo que verdaderamente deseamos.
Hurgar el pasado, el origen, los deseos, conlleva un riesgo único e impredecible y, en el caso de la bailarina e intérprete Miroslava Wilson, fue un arma de doble filo excelentemente bien manejada. Y es aquí donde hago un paréntesis para hacer una reverencia, porque para que haya un buen intérprete se necesita una excelente dirección, que se atreva a indagar, como bien nos sugiere la pieza, que se atreva a diseccionar el alma y el cuerpo del artista.
Así, «Disección» es una obra que denota una meticulosa y profunda investigación de campo, tanto de la intérprete, como de la directora escénica Dora Arreola.
La noche del 15 de junio en la Sala de Espectáculos del CECUT, se dio el milagro, la reconciliación de la audiencia y el espacio escénico aforado para 70 personas sobre el escenario, descubrimos como la intérprete creativa se convirtió en una masa dispuesta, que le permitió tomar una forma madura, fina, moldeable, con un texto breve sencillo, claro, que va del recuerdo sublime, al dolor agudo, pero alejado del cliché de lo melodramático. Fue esa voz clara en la alegría, y contenida y firme ante el dolor, que arrancó algunas, tal vez muchas lágrimas y el aplauso ruidoso que muchos extrañábamos.
La noche de la gran Miroslava Wilson, la bailarina, intérprete, creadora, que es capaz de renacer en medio de una total madurez escénica, que además le permite conservar una excelente técnica dancística y, ahora en su presente, una sólida calidad interpretativa.
Mención a parte merece el maestro y compositor Axel Tamayo, cuya formación académica musical lejos de impedirle explorar, lo lanza a escudriñar en materiales sencillos que lo llevan a construir sonidos que provocan el movimiento exterior de la que danza, pero también en su interior. Cada que se siente la música de Axel Tamayo acompañando una danza, me es inevitable recordar a uno de los compositores más influyentes de siglo XX, John Cage, cuya aportación más importante fue justo hacia la danza moderna, creando piezas e interviniendo instrumentos musicales para el arte Terpsícore quien en conjunto con Merce Cunningham revolucionaron la danza musicalmente.
Avanzar, amar, hablar y accionar fueron las cuatro miradas de la noche; derechos, sentimientos hechos danza en donde también hubo reclamo, confrontación, preguntas sin respuestas, como plumas al viento, en lo alto, al ras del suelo, como sublimes filos arrancándonos el corazón ya abierto. Gracias Miroslava, gracias Dora.
LAS IMÁGENES QUE ILUSTRAN LA PRESENTE CRÍTICA SON DE LA AUTORÍA DEL FOTÓGRAFO LUIS FELIPE COTA, A QUIEN LE EXTERNAMOS NUESTRO MÁS SINCERO AGRADECIMIENTO POR DEJARNOS ILUSTRAR NUESTRAS LETRAS CON LA MAGIA DE SU LENTE.

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